Típicamente elaborado en el centro del país con harina de trigo, azúcar y huevos, el pan de muerto generalmente está adornado con ajonjolí o cubierto de azúcar, además de que se perfuma con naranja, azahar o anís. Su elaboración y venta comienza semanas antes del 1 y 2 de noviembre, fechas donde se conmemora el Día de Muertos.
De acuerdo con datos de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), el origen de este alimento se remonta a la época de la Conquista, cuando los españoles elaboraron un pan de trigo bañado en azúcar pintada de rojo, que simbolizaba el corazón y la sangre de los elegidos para los sacrificios humanos, en las ceremonias religiosas que realizaba la población indígena.
No obstante, no hay un origen certero de este alimento, así como tampoco hay un único significado de sus formas e ingredientes.
La forma circular del pan simboliza al montículo de tierra con el que se cubre el féretro, según el Diccionario Enciclopédico de la Gastronomía Mexicana, asimismo, hace referencia a la continuidad entre la vida y la muerte.
En cuanto al ajonjolí, algunas versiones señalan que representa las lágrimas de las ánimas. Por otro lado, los adornos que normalmente se asocian con los huesos de las y los fallecidos, también pueden tratarse de lágrimas, o bien, pétalos de flores.
También, se relaciona el sabor a azahar con la entrada al inframundo o la decoración floral de cempasúchil en las ofrendas.
La venta de este pan supone un ingreso significativo para los productores locales de México. La Cosmopolitana, líder en el mercado de los alimentos, refrenda su compromiso con la alimentación mexicana al impulsar, mediante donaciones, a productores locales.